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5. Circuitos de recompensa y su relación con las adicciones

 

Antes te he hablado de María, una chica que conocí en 2003. Desde ese día, tuve una increíble atracción hacia ella, una sensación incontrolable de que quería volver a verla. Así que, cuando otro día volvimos a coincidir, mi cerebro tenía claro que tenía que decirle de quedar a tomar algo. ¿Por qué lo tenía tan claro si apenas la conocía? La respuesta está en los circuitos de recompensa, y en concreto, un neurotransmisor llamado dopamina.

• ¿Qué son los circuitos de recompensa?

El CIRCUITO DE RECOMPENSA es una red de conexiones neuronales en el cerebro que funciona mediante la liberación de neurotransmisores que generan sensaciones de placer en respuesta a determinados comportamientos que se consideran beneficiosos, como comer y socializar. 

 

Originalmente, estos circuitos ayudan a motivar comportamientos esenciales para la supervivencia, como buscar comida o reproducirse. Cuando realizamos una acción que el cerebro percibe como beneficiosa (como comer, o el acto sexual), el circuito de recompensa se activa, haciéndonos sentir placer y motivándonos a repetir esa acción.

Recordemos que los neurotransmisores son sustancias químicas que permiten la comunicación entre las neuronas.  Existen muchos tipos de neurotransmisores y, para cada uno, una clase de receptores encargados de atender esa señal química. Estos receptores, una vez que cumplen la función, devuelven el neurotransmisor a su neurona original. Una vez que los neurotransmisores son devueltos y se separan de los receptores, los efectos de placenteros desaparecen.

La dopamina.

El neurotransmisor más asociado con el circuito de recompensa es la dopamina. Cuando se produce una actividad que nos produce una satisfacción mayor a la esperada (comer, hablar con la persona que nos gusta etc.), la dopamina se libera de manera natural, lo que nos ayuda a aprender que eso es importante para nuestra vida y que queramos repetir.  

A partir de ahí nuestro cerebro hace nuevas conexiones de manera que la próxima vez que sintamos ese estímulo, la dopamina nos guiará a repetir, porque nos anticipa que sentiremos placer. Por ejemplo, si al comer paella hemos obtenido una gran satisfacción, se libera dopamina de manera natural. Entonces el cerebro hará la conexión para el futuro de que comer paella es algo placentero. En la próxima ocasión, el simple olor de esta comida hará que liberemos dopamina, lo que nos recordará que comer paella nos da satisfacción y por tanto que queramos repetir. En un cerebro que funciona “normalmente”, este circuito de recompensa se encuentra regulado para mantener un equilibrio. 

• ¿Cómo intervienen el circuito de recompensa en la adicción?

Los neurotransmisores encargados de promover las señales químicas del placer forman parte del propio cerebro. Por tanto, los producimos para experimentar sensaciones y sobrevivir: alimentarnos y reproducirnos, acercarnos al placer y huir del dolor.

Comer y tener sexo se asocian a sensaciones placenteras, porque el hambre y el instinto de reproducción liberan neurotransmisores que reportan ese efecto para asegurar que mantengamos esas conductas. Las drogas, por su parte, son químicos que actúan sobre los neurotransmisores. Entran al organismo por ingesta, inhalación, inyección etc. pero, a diferencia de los estímulos naturales, el cerebro no tiene la capacidad para regularlos. 

Un neurotransmisor natural, después de que comunicó la señal al receptor, es eliminado de este y devuelto a la neurona original, hasta que se produzca un nuevo estímulo. Las drogas actúan, dependiendo de la sustancia, de diversas formas:

- Drogas depresoras del sistema nervioso. Actúan bloqueando los receptores de los neurotransmisores, como es el caso de la heroína, el alcohol o la morfina. 

 - Drogas estimulantes del sistema nervioso. Actúan estimulando los receptores, como sucede con la cocaína, la nicotina del tabaco o las anfetaminas. 

En ambos casos, los neurotransmisores permanecen más tiempo activos, bien porque no pueden ser devueltos (con las drogas depresoras), o bien porque son demandados en mayor cantidad por los receptores (con las drogas estimulantes). 

La única forma que tiene el organismo de eliminar las sustancias, ante la incapacidad del cerebro de regular su presencia, es por medio del hígado, que las metaboliza. Pero lo hace a un ritmo muy lento. De esta manera, las moléculas químicas de las drogas provocan que la sensación placentera sea mayor.

¿Qué pasa en el cerebro de una persona adicta?

Con el paso del tiempo, cuando tenemos estímulos naturales, la posibilidad de sorprendernos se reduce. Si comemos todos los días paella, nos acostumbraremos a ello, y la satisfacción ya no será tan grande como cuando llevamos mucho tiempo sin comer. La dopamina en esos casos se autorregula y se reduce. 

A diferencia de la comida, las drogas estimulan la liberación de dopamina de una forma mucho más potente y descontrolada que cualquier estímulo natural. Si comemos demasiada paella, la dopamina se reducirá de manera natural y con ello disminuye el deseo, lo que nos hace sentirnos saciados. Con las drogas no se produce esta reducción natural, por lo que no hay saciedad. Las drogas “secuestran” a la dopamina y, por eso, las personas adictas quieren siempre más y más, nunca es suficiente. 

Quizá por eso, la adicción se caracteriza por tener pensamientos obsesivos permanentes en torno al consumo, a lo que “supuestamente será”, a la promesa de placer.

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