9. Inteligencia emocional en la práctica
La teoría puede estar muy clara, pero luego hay que verse en la situación. ¿Somos capaces de llevar la teoría a la práctica?
Para desarrollar la inteligencia emocional podemos poner en práctica lo siguiente:
1. Tranquilizarse a uno mismo.
Cuando aparece cualquier emoción nuestro instinto de supervivencia hace que tengamos un impulso a la acción y por esto resulta fundamenta el dominio de los impulsos para el desarrollo de la inteligencia emocional.
Sin embargo, muchas veces sentimos que es imposible controlarnos ante una discusión con nuestras personas más cercanas (familia, amigos, pareja). Así, en muchas ocasiones actuamos en las discusiones como si nuestra propia vía estuviera en peligro.
Pero es imposible llegar a soluciones y acuerdos cuando uno está dejándose llevar por las emociones, ya que en estas situaciones se ve reducida nuestra capacidad para pensar, escuchar y hablar con claridad. Es imprescindible que detectes cuando te ocurre y sepas parar, aunque sean 5 minutos.
Tranquilizarse es un paso completamente necesario para poder resolver el problema que inició la discusión.
2. Eliminar los pensamientos negativos.
Cuando uno se ve desbordado emocionalmente encuentra alivio exteriorizando sus sentimientos negativos hacia otras personas. Por ejemplo, en discusiones de pareja, los pensamientos del tipo «no puedo soportar más tiempo esta situación» o «no merezco este trato» responden al modelo de víctima inocente o de justa indignación. De esta manera nos justificamos a nosotros mismos, y nos sentimos con derecho de criticar a los demás.
Una pareja que, en medio de una discusión, piensa que el otro «no tiene en cuenta mis necesidades» o «solo piensa en sí mismo», puede eliminar este tipo de pensamientos negativos recordando las muchas ocasiones en que el otro sí tuvo en cuenta sus necesidades Esto le permitirá́ relativizarlos: «aunque lo que ha hecho me ha molestado, otras veces, en cambio ha demostrado claramente que se preocupa por mí». Los primeros pensamientos solo llevan a sentirse más dolido e irritado mientras que los segundos, en cambio, deja abierta la posibilidad a una resolución positiva.
3. Escuchar y hablar de un modo no defensivo.
El hecho de saber escuchar, incluso en medio de una discusión, es una habilidad imprescindible para llegar a una solución, por no hablar de la importancia de evitar los comentarios defensivos.
Los comentarios defensivos son aquellos en los que una persona ignora las quejas de la otra persona y actúa como si fuera un ataque personal, en lugar de intentar arreglar las cosas. Por ejemplo, ante una discusión puede que uno de los dos se sienta muy irritado y empiece a gritar. Aquí hay dos maneras de afrontar la situación: 1. Puedo sentirme muy ofendido por los gritos y tomarme lo que me dicen como un ataque personal y contraatacar, lo que desencadenaría el inicio de un ataque tras otro. 2. Entender que los gritos de la otra persona son una demanda atención de algo que para él/ella es muy importante. En ese momento, puedo respirar y pararme a escuchar de manera sosegada todo lo que la otra persona tiene que decir. Seguramente con mi actitud, la otra persona verá que trato de empatizar y poco a poco se irá relajando.
4. Si tienes que hacer una crítica, hazlo de manera adecuada.
En muchas ocasiones, la manera en la que uno persona expresa sus quejas sí que suponen un ataque personal que dificulta llegar a una solución y no le deja a la otra persona más opción que tomar una actitud defensiva.
Recordemos que cuando hablamos de la asertividad dijimos que la mejor forma de expresar una queja es con el modelo «XYZ», es decir, «cuando dices X me haces sentir Y, pero me habría gustado sentirme Z». Por ejemplo: «cuando no me llamaste por teléfono y no me avisaste de que llegarías tarde me sentí́ despreciada. Me habría gustado que me avisaras» Esto es mucho mejor que el clásico ataque de “eres un egoísta”
Las críticas adecuadas no se centran en la manera de ser de la otra persona, sino en lo que la persona ha hecho y puede hacer. Los ataques personales, como llamarle a alguien egoísta, impiden conseguir el objetivo de cambiar la situación. Así́, lo único que se consigue es poner a la otra persona a la defensiva, con lo cual deja de estar receptivo a los deseos de la otra persona de modificar la situación.
La de una crítica adecuada es ser concreto, y centrarnos en algún hecho que muestre un problema clave que queremos que se cambie (como, por ejemplo, el hecho de llegar tarde a menudo sin avisar). Hay que evitar frases generales “nunca me tienes en cuenta”, y limitarse a lo concreto, señalando también lo que la persona hace bien, lo que no hace tan bien y cómo podría cambiarlo.
La crítica debería siempre ofrecer una forma de resolver el problema. De otro modo, la otra persona puede quedar frustrada, desmoralizada o desmotivada.