9.1 ¿Qué es la economía conductual o del comportamiento?
La economía estudia el comportamiento humano, pero no es la única ciencia que lo hace. La psicología también trata de explicar cómo las personas toman decisiones. Aunque psicología y economía se centran en problemas diferentes, recientemente se han unido en lo que se conoce como la economía conductual o del comportamiento.
¿Qué es la economía conductual o del comportamiento?
La ECONOMÍA CONDUCTUAL O DEL COMPORTAMIENTO es un área de la economía que integra los puntos de vista de la psicología.
Algunos de los puntos de vista que incorpora esta área son:
1. Las personas no siempre son racionales.
Los libros de economía están llenos de personas que forman parte de una especie muy particular: “el Homo Economicus”. La economía supone que estas personas siempre son racionales. Si dirigen una empresa, siempre tomarán aquellas decisiones que les permite conseguir los máximos beneficios. Como consumidores, siempre elegirán aquellos productos a aquellos precios que les permiten llegar a su mayor satisfacción posible. Todo esto lo consiguen haciendo un perfecto análisis de sus costes y beneficios.
Pero las personas reales no son “Homo Economicus”, sino Homo Sapiens. Aunque algunas pueden ser muy racionales y analíticas, las personas son mucho más complejas. Pueden ser impulsivas o emocionales en sus compras.
Así, algunos estudios han detectado que las personas cometen una serie de errores:
A. Las personas son demasiado confiadas. La mayoría de las personas está muy segura de sus habilidades y conocimientos. Por ejemplo, un experimento hizo preguntas numéricas del tipo ¿cuántos países hay en Europa? y pedía que la gente respondiera con un intervalo con el que estuviera casi seguro de que acertaría (por ejemplo, si digo que hay entre 30 y 40 países estoy casi seguro de que es así). El experimento demostró que la gente confiaba mucho en sus habilidades, ya que daba intervalos muy pequeños, y sin embargo cometía errores con frecuencia (por cierto, Europa tiene 50 países).
B. Las personas dan demasiada importancia a un número pequeño de experiencias vividas. Por ejemplo, supongamos que queremos comprar un ordenador en Amazon. Nos ponemos a revisar y vemos que hay uno que es el mejor valorado por miles de usuarios.
Luego, una amiga nuestra nos dice que lo compró hace un mes y que ya se le ha estropeado. Si somos racionales, pensaremos que nuestra amiga solo es una persona más dentro de las miles que han opinado en Amazon. Pero debido a que la historia de nuestra amiga es tan real, muchas personas le darán más importancia de la que deberían a la hora decidir.
C. Las personas son reacias a cambiar su manera de pensar. Las personas suelen mirar a los hechos de manera que confirman sus opiniones. Por ejemplo, en un partido Real Madrid-Barcelona, la mayoría de aficionados creen que el árbitro suele beneficiar al otro equipo. Si hay un penalti que pueda ser dudoso para el Barcelona, la mayoría de los aficionados del Barcelona interpreta que fue penalti claro, y la mayoría de los aficionados del Madrid considera que claramente no lo fue.
2. Las personas se preocupan por la justicia.
En ocasiones, puede que las personas tomen decisiones poco racionales porque consideran que se ha cometido una injusticia. Por ejemplo, imaginemos que tenemos un jardín en casa y cae una gran nevada. Para que se no estropee dicho jardín, debemos retirar la nieve, pero en casa tenemos unas herramientas con las que nos llevaría un gran esfuerzo. Vamos a una ferretería a comprar una pala y nos dicen que cuesta 60 euros. Si somos racionales compraremos la pala si consideramos que el esfuerzo que nos vamos a ahorrar (el beneficio de la pala) es mayor que los 60 euros de coste.
Pero ahora imagina que sabemos que esa pala valía 20 euros la semana pasada, y que, ante la nevada, todas las ferreterías se han aprovechado y han subido los precios. Muchas personas, aunque estarían dispuestas a pagar los 60 euros, al saber que la ferretería se está aprovechando de la situación, se marcharían indignadas sin la pala.
3. Las personas son impacientes a corto plazo.
Los libros de economía también suponen que las personas tienen unas preferencias estables donde el horizonte temporal no importa. Si somos impacientes, lo seremos hoy, mañana y dentro de 10 años. Pero la economía del comportamiento defiende que las personas somos mucho más impacientes en el corto plazo que en el largo plazo.
A largo plazo un fumador se promete que dejará de fumar porque es malo para su salud, pero pasan 10 minutos y se enciende otro cigarro. Una persona que quiere perder peso se compromete a llevar una dieta equilibrada, pero luego la rompe a las primeras de cambio tomando pizza o patatas fritas. Un alumno sabe que tiene que hacer los deberes y estudiar día a día para sacar mejor nota, pero llega la tarde y coge el móvil varias horas.
En todos estos casos el deseo de tener una satisfacción inmediata (un cigarro, una pizza, o un rato en tik-tok) lleva a romper los planes a largo plazo, planes que las personas consideraban que eran lo mejor para ellos, pero que no cumplen a corto plazo.
Esta inconsistencia de tomar decisiones a largo plazo para luego romperlas a corto plazo es irracional y en ocasiones puede tener costes económicos. Por ejemplo, una persona que se compromete a ir al gimnasio 3 o 4 veces por semana y compra una suscripción completa. Luego acaba por romper su promesa y apenas va unos pocos días al mes, por lo que le hubiera salido más rentable la modalidad “pagar por visita”, una modalidad mucho más barato si solo vas al gimnasio unas pocas veces.