7.a. PRIMER PRINCIPIO. EL COSTE DE OPORTUNIDAD DE NUESTRAS DECISIONES: El que algo quiere algo le cuesta.
El que algo quiere algo le cuesta
Al inicio del brote del COVID-19 muchos países se vieron ante la
situación de tomar una importante decisión: confinar o no confinar a los
ciudadanos. La decisión no era baladí. Si no se confinaban el virus se seguiría
expandiendo y el coste sería la muerte de muchos miles de personas. La otra
opción era confinar a los ciudadanos, pero eso llevaría al cierre de miles de
empresas y a la pérdida de cientos de miles de trabajos que dejarían a muchas
familias en graves problemas económicos. ¿Y tú que hubieras hecho? ¿la bolsa o
la vida?
Como personas tenemos que estas
constantemente tomando decisiones. Lo que tenemos que entender es que cada vez
decidimos hacer algo con nuestro dinero o con nuestro tiempo, estamos renunciando
a hacer otras cosas. Dicho de otra manera, cada decisión tiene un coste de
oportunidad.
Una decisión consiste en elegir una entre varias alternativas posibles,
rechazando el resto. El problema
en economía es que si elegimos satisfacer unas necesidades tenemos que
renunciar a satisfacer otras (están son ilimitadas mientras que nuestros
recursos escasos). Surge entonces el
concepto de coste de oportunidad.
EL COSTE DE OPORTUNIDAD es aquello a lo que se renuncia al tomar una decisión. El nombre hace referencia a la oportunidad perdida al
rechazar una opción concreta.
Veámoslo con un ejemplo. Has
ganado la olimpiada de economía y te ofrecen una beca con la que puedes
estudiar gratis la carrera que quieras. Tus opciones son estudiar Economía o Derecho.
Como sólo puedes elegir una el coste de oportunidad queda claro; Si estudio
economía, mi coste de oportunidad es que renuncio a estudiar derecho.
Obviamente el coste de oportunidad de estudiar derecho es que no puedo estudiar
economía
En esta ocasión, como tenemos una
beca vemos que no hay coste de dinero. Aquí la decisión no tiene más misterio
que quedarnos con aquella carrera que nos gusta más. Pero ¿qué ocurre si una de
elecciones incluye un coste monetario?
Imagina que al ganar la olimpiada
de economía te dicen que la beca es solo para la universidad de tu ciudad, y
allí no se ofrece economía. Ahora si quieres estudiar economía tendrías que
irte fuera, y pagar tanto las tasas de matrícula como todo el coste de vivir
fuera. Vamos a suponer que en 4 años el coste total de matrícula, vivienda y
alimentación asciende a 30.000 euros. Ahora estudiar economía tiene un coste
añadido, no solo no puedo estudiar derecho sino y me he gastado 30.000 euros
Coste de oportunidad: Costes monetarios más costes
invisibles
Imagina que ahora la decisión es
estudiar economía (sin beca) o empezar a trabajar. ¿Cuál sería el coste ahora
de estudiar? Podríamos pensar que el coste serían los 30.000 euros de coste de
la matrícula y de vivir fuera, pero estaríamos cometiendo un gran error; Nos
hemos olvidado de que si estudiamos estamos renunciado a trabajar y por tanto
estamos renunciado a todos los ingresos que obtendríamos en esos 4 años. El
dinero que dejo de ganar es lo que llamamos un coste invisible o no monetario.
¿Y el coste de empezar a
trabajar? No tienen ningún coste monetario inmediato, pero tiene un importante
coste invisible: no tendré tiempo para estudiar, con lo que lo normal es que
acceda a peores trabajos en el futuro y acabe ganando mucho menos dinero.
A veces, al tomar una decisión renunciamos
a dinero (costes monetarios) pero también a nuestro recurso más valioso, el
tiempo. Por tanto, al coste monetario
debemos añadir los costes invisibles de aquello que dejamos de hacer o el
dinero que dejamos de ganar en ese tiempo.
No todos los costes invisibles están relacionados con el tiempo, si
mi padre quiere estudie y yo decido trabajar, esta decisión tendrá un coste
invisible (no monetario): que mi padre se decepcione conmigo.
En el año 2000 muchos alumnos abandonaron los estudios y empezaron a trabajar
debido a que hubo un boom de construcción que hizo que se necesitarán miles de
albañiles que podían cobrar pagar más de 2000 euros al mes. Estos compañeros
solían venir con sus cochazos BMW a “fardar” delante de los que hoy son tus
profesores, pobres universitarios entonces, que nos reuníamos a tomar las
tristes coca-colas que nuestro pobre presupuesto nos permitía. En ese momento,
esos “ricos” albañiles se sentían los ganadores, y nuestro coste de oportunidad
realmente alto. Habíamos renunciando a mucho dinero para conseguir una buena
educación. Lo que es la vida, años más tarde llegaría la crisis y los albañiles
se quedaban sin trabajo, vendían sus coches y se apuntaban al bachillerato
nocturno. Allí estaríamos nosotros, que nos habíamos convertido en profesores,
para explicarles el coste de oportunidad.