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La prueba beta de 2016 - Whatever it takes

Mi historia con las oposiciones


- Prólogo - Believer

- La decepción de 2006 - Only human

- El fracaso de 2008. -19 días y 500 noches después

- El caballero blanco de 2010- Oh ángel sent from up above.

- La semilla de 2012 - Moving. 

- Los experimentos de 2014 - Es mentira

- La prueba beta de 2016. - Whatever it takes

- El último gran héroe de 2018. - Eso que tú me das

- La prueba de fuego de 2021 - A contracorriente

- La mentalidad sublime de 2023. (próximamente)

- El factor Elena de 2024 (próximamente)

- El truco final de 2025 (en curso)


Para estas oposiciones de 2023 he decidido elaborar una guía y unos consejos para ayudar a los miles de opositores que sueñan con una plaza. Pero para entender todo lo que tengo que contar es necesario que conozcas primero mi historia. Hoy seguimos con la sexta parte: la prueba beta de 2016.


La prueba beta de 2016 

En el año 2014 ya me encontraba en mi primer curso en Cádiz, a donde me habían mandado con mi primer destino definitivo después de 3 años de provisional . Como ciudad, Cádiz y sus alrededores fueron fascinantes. Si tuviera que quedarme con dos cosas, estas sin duda serían sus ya de sobra conocidas playas y lo muchísimo que pude reír en los años que estuve allí. Y es que, en Cádiz, siempre hay algo que celebrar: la erizá, los carnavales, las zambombas, las ferias (muchas ferias), etc. Y si no hay nada que celebrar, uno siempre puede coger una guitarra, una litrona e irse a la caleta con unos amigos. Y es que, como decían los extranjeros allí, “Cádiz is breathtaking”.

 

En lo personal, sentí la necesidad de continuar con mi formación. Ya había terminado mi segunda carrera, así que pensé que deseaba algo que no me marcara un calendario de exámenes, sino que me diera cierta libertad de estudio. Me decanté por aprender inglés, que suponía para mí una laguna importante (de hecho, lo había suspendido en selectividad). Fui a una academia a hacer una prueba de nivel y me dijeron que estaba cerca de un B1. Me pareció poco, pero diversos test en páginas web daban el mismo resultado. Lo cierto es que en ese momento mi nivel era menor que el de un alumno de primero de bachillerato. 

 

Me apunté a la academia y pronto me di cuenta que de poco sirve. Me recordó a mi academia de 2006 de oposiciones. Es curioso como somos las personas, pretendemos aprender algo (ya sea inglés o sacar una plaza) a través de un método que suponga que un profesor nos explique algo durante horas. Él es el protagonista y yo soy pasivo. Recordé las enseñanzas de “J”, “se aprende haciendo”. Así, me quité de la academia y empecé a incorporar el inglés a toda mi vida. Todos los días leía una hora en inglés, todas las películas y series las veía en inglés, primero con subtítulos (en inglés) y luego sin subtítulos. Me iba horas andando por la playa mientras escuchaba la radio en inglés e iba repitiendo las frases que oía en voz alta. Iba a intercambios de idiomas en donde, además de practicar, pude hacer amigos de todas las partes del mundo. Se aprende haciendo.

 

En poco más de dos años, las mismas páginas web que decían que mi nivel de inglés era de B1, ahora establecían que era C1-C2. Finalmente, en 2018, obtendría dicho título que lo certificaba oficialmente a través de la escuela oficial de idiomas. 

 

Nota. Es curioso, los opositores de hoy en día siguen buscando academias donde los profesores les expliquen la lección, les resuelvan problemas en la pizarra o les hagan tutorías. Lo diré mil veces: se aprende haciendo, no escuchando a los demás.

 

En lo que se refiere a las oposiciones, en 2014 me encontraba en mi fase final de experimentos, que duraría dos años y medio: la prueba alfa. Las “prueba alfa” suelen usarse en el mundo del software informático para identificar los posibles problemas y errores antes de que el producto final se lance a los usuarios finales dentro de los mercados. Normalmente,  estas pruebas son realizadas por los propios empleados de la empresa que quiere lanzar el producto.  El objetivo principal de las pruebas alfa es simular usuarios reales para comprobar los posibles problemas con los que se puede encontrar.

 

Los experimentos de 2014 habían supuesto mis pruebas alfa. A través de opositores y correctores de confianza que simulaban una oposición, había testeado los muchos fallos y aciertos que se cometen. Todo ello,  me había permitido perfeccionar el duro proceso que supone la preparación de una oposición con el objetivo de mantener una plaza. Sin embargo, estas pruebas alfa eran demasiado simplistas, ya que no dejaba de ser una situación simulada. Y es que, por muy buenos que pudieran ser los experimentos, no hay nada que pueda imitar al proceso real. Necesitaba pasar a la siguiente fase: la prueba beta.

 

Una prueba beta supone presentar el producto a un número limitado de usuarios reales en entornos reales.  Traducido a la oposición, suponía realizar la preparación en una oposición de verdad con un número pequeño de personas. Para mí, mi prueba beta en el mundo real tenía dos nombres propios: Consu y Alejandro.

 

Consu es mi prima hermana. Nos hemos criado a escasos dos minutos andando de distancia y hemos pasado muchas fiestas y vacaciones juntos. En 2015, se encontraba trabajando en Albacete, sin embargo, decidió que quería dedicarse al mundo de la docencia y acudió a mí en busca de ayuda. La apuesta de Consu era más que importante. Con 30 años y recién casada, decidía dejar su trabajo y apostar todo a las oposiciones. Si jugáramos al póker, diríamos que Consu hizo un “all-in”, todas las fichas a una jugada.

 

Consu tenía una gran capacidad de trabajo y cierta habilidad con los números. Además, era una estudiante extremadamente organizada y metódica. Todas estas cualidades, unidas al hecho de que había depositado toda su confianza en mí, suponía una garantía de que Consu seguiría todas las instrucciones de la preparación al pie de la letra. Como punto en contra, estaba su tendencia a ponerse nerviosa y agobiarse cuando las cosas no salían exactamente conforme ella deseaba. 

 

Alejandro, por otro lado, era un amigo mío de Cádiz. Después de varios años fuera de España, había vuelto y tenía claro que quería probar en las oposiciones de secundaria para profesor de economía. Alejandro también tenía una buena capacidad de trabajo, y tenía una personalidad tranquila y calmada que yo veía como un gran punto a favor para un proceso que pone a prueba el sistema nervioso de los opositores. Como puntos en contra, no era tan hábil con los números como Consu, lo que suponía un punto en contra para la práctica. Además, era poco expresivo, lo que hacía que en las defensas pareciera excesivamente robotizado.

 

En definitiva, me encontraba con dos personas que nunca jamás habían opositado y que tenían características, puntos fuertes y débiles bastante diferentes. A esto había que añadirle que, al estar en Cádiz, con Alejandro podía llevar una preparación presencial, mientras que con Consu, esta debía ser online. Todas estas circunstancias, unidas al hecho de que ambos habían abandonado sus trabajos y depositado al 100% su confianza en mí, creaba un cocktail que suponía todo un desafío para la primera vez que me lanzaba a preparar.

 

Personalmente, tenía plena confianza en que todo lo que había aprendido de “J” era clave para pasar con éxito una oposición. Por otro lado, los experimentos de 2014, no solo habían confirmado estas claves, sino que me habían permitido aprender alguna más. Si me hubieras preguntado en ese 2015, te habría respondido con una absoluta certeza que, siguiendo los pasos marcados, ambos se sacarían una plaza en su primer intento a pesar de no tener  casi nada de baremo. Pero,  después de todo ¿y si estaba equivocado y suspendían? ¿podría mirar a la cara a dos personas que habían confiado plenamente en mis decisiones? Esa duda se metió en mi estómago antes de empezar la preparación en 2015 y me carcomió hasta julio de 2016.

 

Empezamos en julio de 2015, con 12 meses por delante. La convocatoria de 2016 volvía a tener parte práctica y era eliminatoria. Si tras hacer el tema escrito y la parte práctica no llegabas al 5, directamente no podrías pasar a la segunda parte de las defensas. Tanto Alejandro como Consu carecían de experiencia previa, así que en mi mente el dibujo necesario para obtener una plaza era el siguiente:

 

- Obtener una nota muy alta en el tema escrito. Por encima del 8 a ser posible.

- Tener una nota aceptable en la parte práctica. 

- Ser los números 1 de su tribunal en la defensa de tanto la programación como la unidad didáctica.

 

Tradicionalmente, la parte práctica la suspende alrededor de un 80%-90% de los opositores. Así que una nota aceptable en esa parte junto a una nota muy alta en el tema escrito, les colocaría en primeros puestos al llegar a la segunda parte. Sin embargo, al no tener experiencia, muchos interinos podrían pasarles al aplicar el baremo. Se necesitaría ser el número 1 en las defensas de la programación para conseguir una plaza. Esto no era ninguna sorpresa, si tienes poco baremo, la clave siempre ha sido bordar la parte de las defensas. 

 

En la preparación, yo no contaba en ese momento con una gran cantidad de material para la parte práctica. En economía, esta parte se basa principalmente en resolver ejercicios de micro, macro, contabilidad, matemáticas financieras, etc. Aquí, por tanto, no se trata de diferenciarse, sino de saber resolver ejercicios. Lo que había recibido en mi academia en 2006 se mostraba como insuficiente, y en 2010, con la transitoria, no había entrado esa parte. Con todo lo que tendría que trabajar y corregir con Consu y Alejandro, compaginado con mis labores como profesor, no tenía tiempo de elaborar material específico para la preparación de esa parte. Por tanto, nos buscamos las habichuelas para encontrar material y me encomendé a las habilidades matemáticas de ambos.

 

Respecto a los temas no había ninguna duda. Yo tenía mi propio temario elaborado 100% por mí y había aprendido todas las claves para la diferenciación. Les di ese temario a Consu y Alejandro con el objetivo de que a partir de él elaboraran sus propios temas diferenciados. La clave era enseñarles a diferenciar para que fuera diferente, único, y por supuesto, mejor que el resto. Nos propusimos llegar a 40 temas, y les puse un calendario de simulacros donde debían redactar cada tema de su puño y letra en una situación de 2 horas. Posteriormente recibirían mis correcciones con consejos para mejorar la diferenciación, tal y como lo había hecho “J” conmigo. 

 

Aunque ninguno de ellos llegó a 40 temas (se quedaron en 35), ambos consiguieron llegar a un buen nivel de diferenciación. Cabe destacar a Consu, que con su carácter metódico era capaz de absorber todos los consejos de cómo mejorar un tema y aplicarlos al siguiente con una velocidad asombrosa. Alejandro, tras un inicio más discreto, también mejoró a la hora de redactar, aunque siempre tuve la sensación de que no terminó de absorber todos los secretos de la diferenciación. Que la preparación solo durara 12 meses fue probablemente uno de los principales culpables (y es que desde hace mucho tiempo que solo 12 meses de preparación se quedan cortos).

 

Respecto a la defensa de la programación, la cogimos con tiempo. Esta convocatoria traía como novedad la LOMCE y, con ella, las competencias clave en bachillerato y los infames estándares de aprendizaje. Todos estos factores suponían un vuelco completo a la programación didáctica y, por tanto, a la defensa de la misma. Me pasé varios meses intentando desengranar todas las nuevas posibles conexiones que podríamos hacer en la defensa, así como una nueva estructura para la pizarra en la defensa. Era un reto complicado, ya que aunque yo había sacado un 9,8, ahora tendría que crear una nueva defensa. ¿Tendría la capacidad de adaptación que permitiera llega al mismo nivel de excelencia?

 

Empezamos con muchísimo tiempo de antelación a practicar delante de la pizarra. Con Alejandro nos íbamos a un instituto en Cádiz y pasábamos la tarde allí. Consu grababa sus vídeos y me los mandaba por correo. Estas defensas empezaron como siempre empiezan: mal. Es lo normal si nunca has opositado, o si nadie te ha enseñado como hacer una defensa, siempre lo vas a hacer mal. Y es que por muy extrovertidos que pensamos que somos, por muchas habilidades que nos pensamos que tenemos para hablar en público o muchas ligas de debates que hayamos ganado, el resultado al principio siempre es el mismo. Mal.

 

Dentro de los muchos fallos iniciales, todos me parecieron subsanables en base a hacerles muchas correcciones y a mucha repetición. Sin embargo, cada uno de ellos presentaba un problema grave con el que tendríamos que aplicarnos. Alejandro parecía un robot en la pizarra, por lo que yo veía difícil que un tribunal lo valorara muy positivamente. Consu, por otra parte, se ponía muy nerviosa, y al más mínimo fallo se venía abajo echando por la borda el resto de la defensa. 

 

Por suerte, teníamos muchos meses por delante. Es por esto que es tan importante empezar con mucho tiempo de antelación a hacer defensas. Los errores no son tan fáciles de corregir como en principio parece. Para intentar matar dos pájaros de un tiro, le pedí a Consu que viniera a Cádiz. Los primeros días yo mismo hice las defensas tal y como las había hecho en 2010, y les apuntaba a ambos en qué puntos ellos lo estaban haciendo peor.  Le señalé a Consu como  en las defensas que hacía delante de ella, yo mismo había cometido algún error, pero que había mantenido la compostura y el resultado final era bastante bueno. Alejandro comprobó como es muy posible transmitir sin perder en ningún momento el hilo de las defensas, y como, en definitiva, “lo que se dice” es tan importante como el “cómo se dice”. Los siguientes días pusieron en práctica lo practicado visto y por fin, después de muchos meses practicando, ya solo se trataba de pulir detalles. A partir de ahí, todo fue subir y subir el nivel.

 

Los últimos 6 meses de la preparación, ya en 2016, fueron agotadores. Me pasaba las noches corrigiendo los exámenes de ambos, analizando las nuevas posibilidades ante el cambio de ley y visionando los vídeos de las defensas. La mayoría de días dormía menos de 5 horas. Mientras, el nudo en el estómago persistía ¿estaría tomando las decisiones adecuadas?

 

Conforme se acercaba la fecha del examen yo me mostraba cada vez más confiado. Después de muchos meses trabajando la teoría y de muchas muchas correcciones (muchas), los temas estaban perfectamente diferenciados, en especial los de Consu, que habían alcanzado un nivel muy alto. Además, los dos manejaban a la perfección los secretos de una buena defensa, por lo que, en caso de pasar a la segunda parte, contarían con una gran ventaja respecto al resto de los opositores. 

 

Mi mayor temor era la parte práctica. Estábamos en 2016 y no había habido oposiciones desde 2008 y 2010, con el sistema transitorio en donde no había entrado esta parte.  Además, años anteriores al 2008 tampoco hubo oposiciones de economía en Andalucía, por lo que la última vez que cayeron ejercicios numéricos debía ser en torno a 2002. El nivel de la prueba sería todo un misterio. ¿Cómo intentar prever algo que no ocurre desde hace casi 15 años?

 

Y es aquí donde empieza uno de los deportes olímpicos más famosos de las oposiciones: los rumores. No es ningún secreto que la mayoría de opositores tiene problemas con la parte práctica en economía. Tampoco era un secreto que la mayoría de academias y preparadores estaban desactualizados en lo que se refería a esta parte, que llevaba más de 10 años sin existir en Andalucía. Y es que, en 2016, la mayoría de opositores y preparadores nunca habían estudiado la parte práctica de las oposiciones. A partir de aquí, muchos empezaron a lanzar el rumor que interesaba a la mayoría: “La parte práctica de Andalucía serían comentarios de texto y preguntas de poco nivel”. Todos compraron el rumor, de esta manera, unos se evitaban estudiar y otros preparar. Un rumor infundado (como la mayoría de rumores), que simplemente dejaba contentos a la mayoría.

 

Mi preocupación con esta parte fue en aumento. Es cierto que les había proporcionado todo el material de práctica de mi propia oposición de 2006, y también que habíamos conseguido más material, pero el hecho de que no fuera un material propio elaborado y explicado por mí me dejaba la duda de si irían suficientemente preparados.

 

Para el examen había diseñado una estrategia. La parte teórica del tema escrito y la numérica de la práctica se desarrollaban el mismo día de manera ininterrumpida. Te daban 4 horas y media y tu te repartías el tiempo como querías. Pensé que la parte práctica sería complicada y que, si empezaban intentando resolver los ejercicios, lo normal es que se atascaran y se pusieran nerviosos. Me imaginé en especial a Consu atascada en esa parte y consumiendo todo el tiempo, lo que le dejaría sin margen para el tema. Por lo tanto, la estrategia que usaríamos sería la contraria. Primero haríamos el tema escrito en 2 horas, ya que, al saberlo de memoria, ahí no hay margen de atascarse. Luego, con dos horas y media por delante abordaríamos la parte práctica. Mi consejo para evitar los nervios era ni siquiera mirar la parte práctica hasta acabar el tema.

 

Llegó el día clave y cada uno de ellos fue mandado a un tribunal diferente. Recuerdo que apenas dormí la noche del examen. El nudo del estómago apenas me dejó ante la sombra de la duda ¿habría preparado bien a ambos? ¿les habría enseñado bien a diferenciar los temas con todas las correcciones? ¿funcionarían los secretos aprendidos en los experimentos de 2014? La mañana fue todavía peor, 4 horas y media eternas esperando las dos llamadas telefónicas.

 

El primero en llamar fue Alejandro, estaba bastante tranquilo. Pese a que no había hecho uno de sus temas favoritos, tenía confianza en que sería bien puntuado. Me confirmó que la parte práctica había sido complicada con ejercicios de un cierto nivel, pero que creía que podía rascar puntos. 

 

Poco después llamó Consu, mucho más alterada. Me dijo que la práctica había sido terrorífica (no era para tanto) y que menos mal que habíamos diseñado la estrategia de hacer primero el tema. En sus palabras, “si hubiera visto la práctica al inicio del examen, creo que del susto no hago el tema escrito”. Estaba contenta con su tema, al cual le había añadido todas y cada una de las claves de la diferenciación.

 

En ese momento pensé que habría opciones reales a la plaza. Con ese nivel de práctica y todos los rumores desatados ese año, muy pocos opositores habrían dedicado tiempo a aprender a resolver los ejercicios y, por tanto, pocos pasarían el corte. Contaba con que la nota del tema escrito de ambos sería alta, en especial la de Consu que había dominado la diferenciación a la perfección. En ese momento, recordé que tenía guardados y corregidos de unos meses antes esos mismos temas que los dos habían hecho y entregado al tribunal. El tema que Consu había hecho en la oposición, me lo había entregado para corregir unos meses antes. Era brillante y si yo tuviera que poner una nota, tendría alrededor de un 9. El tema de Alejandro también me lo había entregado para corregir, tenía nivel y tal vez podría merodear el 8. Con esas notas, las opciones se multiplicarían, pero con un bajo baremo siempre hay que cumplir una premisa: habría que ser el mejor de la segunda parte.

 

Aquí llega un momento clave en la oposición. Muchos opositores se quitan un peso de encima y se relajan. A pesar de que solo hay unos 10 días entre la primera y segunda prueba, muchos se toman unas minivacaciones. Y es que si abres las redes sociales esos días, uno puede ver a infinidad de opositores varios días en la playa. Es algo que nunca llegaré a entender. Llevas uno o incluso dos años estudiando casi sin parar, apenas te has permitido licencias, y cuando quedan 10 días para el momento clave en el que te juegas la plaza, te tomas 2 o 3 días de vacaciones desperdiciando gran parte del poco tiempo que te queda. Incomprensible.

 

“Descansa al final, no a medio camino”.

 

Desde el mismo día siguiente, a las 8 de la mañana, empezamos con las defensas de la programación y unidad didáctica. Teníamos todo muy ensayado, pero seguían quedando detalles por pulir. Esos últimos 10 días fueron un sprint final en donde podíamos hacer 4 o 5 defensas reales al día. Los nervios iban en aumento, pues aún quedaban las notas de la primera prueba por salir.

 

Por fin llegaron las notas. La parte práctica se confirmó como una criba absoluta que se llevó por delante a la mayoría de opositores. Para que nos hagamos una idea, aquellos que tuvieron una nota de 3,5 sobre 10 en la práctica, tenían una de las mayores notas de su tribunal (fue una masacre). Esto hizo que muy pocos llegaran al 5 de media y pudieran pasar a la segunda parte. 

 

Como en la parte práctica las notas fueron tan bajas la clave sería el tema escrito. El tema de Consu se confirmó como el mejor de su tribunal, con una nota de 9,2. El tema de Alejandro llegó a un 7,8. Se habían cumplido mis predicciones y los experimentos de 2014 habían mostrado como sí que existía una manera “objetiva” en donde un tema escrito destacaba sobre los demás. Había predicho que las notas serían alrededor de 9 y 8 y resultaba que, en cada tribunal, formado por 5 personas distintas, la nota media había coincidido con la que yo hubiera calificado. Es decir, 10 personas diferentes, habían llegado a la misma conclusión. El mito de que todo es una lotería se desvanecía.

 

Los últimos días fueron un cúmulo de sensaciones. Los nervios de que llegaba el momento clave unido a la excitación de tener una plaza al alcance de la mano,  y mientras tanto, practicar, practicar y practicar. Al llegar el día de las defensas, ambos estaban perfectamente preparados y deseando mostrar al mundo su trabajo.

 

Primero llamó Alejandro. Estaba muy contento de su defensa, admitió que había tenido 4 o 5 errores, pero que en general, todo había salido según lo practicado. Más tarde llamaría Consu, que al más puro estilo Consu, llamó llorando. Usando sus palabras “había echado todo por la borda porque se había equivocado en un detalle de la parte de objetivos de la unidad didáctica”. Es decir, que después de una hora seguida de absoluta perfección, ¡se había equivocado en solo una cosa!

 

Esto es muy habitual con todos los opositores que he ayudado en las oposiciones. Cuando llegan las defensas les pido que alcancen un nivel de 100 y cuando se quedan en un 90 salen desesperados porque han fallado en varias cosas. Mientras, otros opositores preparan para un nivel de 20 y cuando consiguen 19 salen contentos,  porque en su mente han rozado la perfección. Es algo habitual, cuanto mayor es el nivel de exigencia más descontentos suelen acabar los opositores. Pero 90 siempre será superior a 19, y si Consu solo había cometido un error dentro de un nivel de exigencia de 100, lo normal es que fuera la número uno, por mucho que hubiera salido llorando. 

 

Habría que esperar a las notas varios días. Tenía la incertidumbre del cambio de ley a la LOMCE, la incorporación de las competencias y el nuevo sistema de evaluación con los famosos estándares. Ese año había tenido que hacer una profunda adaptación a todo lo aprendido con “J” e incluir muchísimos aspectos nuevos de cosecha propia. Y es que en 2010, me había adaptado a la máquina perfectamente engrasada durante años por un preparador genial. Ahora en 2016, era yo mismo el que había diseñado las nuevas piezas y tenía que conseguir que los demás hicieran funcionar un engranaje completamente nuevo. 

 

La verdad es que estaba bastante confiado, después de todo, la incertidumbre era igual para todos, y con el cambio de ley muchas personas fallan al no saber actualizarse. Es algo que les falla a muchos preparadores que tiran de la programación con la que consiguieron la plaza y se limitan a dársela a sus opositores. Lo mismo ocurre con interinos que tuvieron éxito con la ley anterior y quieren volver a presentar algo parecido. No se dan cuenta de que un cambio de ley, con frecuencia cambia todo, y simplemente no tienen habilidad de saber hacer encajar las nuevas piezas. Después de todo, este cambio de ley representaba una gran oportunidad. Ya se sabe el dicho “A río revuelto…”

 

Nota. Uno de los grandes problemas de la programación didáctica viene a veces con el cambio de ley. Muchas personas se fían de lo que han hecho en oposiciones anteriores y repiten todo simplemente cambiando la normativa. Sin embargo, con cada ley hay cambios que son imprescindibles de entender y aplicar. No son pocos los casos de personas que suspenden por no saber adaptarse a estos nuevos cambios. Por esta razón no hay que dejarse llevar por preparadores cuya única presentación es la nota que sacaron en su oposición. Haber sacado una buena nota no implica que se dominen todos los aspectos necesarios para destacar en una oposición, y mucho menos que se sepan transmitir. Desconfía de quienes su principal carta de presentación sea su nota, en especial si es solo en la parte de las defensas.

 

Llegó el día de las notas y se volvió a confirmar lo esperado. Ante la incertidumbre, las notas de las defensas no fueron especialmente altas en los tribunales. Consu y Alejandro consiguieron sacar un 8,5 cada uno, notas que les aseguró ser primera y segundo en su tribunal. Se volvía a cumplir una vez más. En dos tribunales diferentes, 10 personas distintas, les habían puesto a ambos la misma nota y habían decidido que eran los mejores. 

 

Habíamos cumplido con los objetivos del principio de la preparación. Un gran tema escrito, una práctica aceptable (dentro del nivel de los demás), y ser los mejores en las defensas. Por supuesto ambos consiguieron la plaza, algo de gran mérito, porque no solo no tenían apenas baremo, sino que además era su primer intento. 

 

En lo personal, se me quedó la espinita de que la nota de las defensas “solo” fuera un 8,5 y no rozara el 10. Estaba claro que, si ambos habían llegado a esa misma nota, tenían que haber cometido errores parecidos en cuanto a estructura de la defensa que yo había diseñado. Algo más tarde localizaría esos errores de los que uno siempre aprende, y con los que se hubiera rozado ese ansiado 10. Pero en ese momento poco importaba, el objetivo se había conseguido. El nudo en mi estómago que había aparecido al iniciar la preparación en 2015, desaparecía por fin en julio de 2016, el día que se confirmaron las plazas de ambos.

 

Es curioso, como preparador había vivido el proceso de manera tan intensa como de opositor, pero los nervios y la tensión fueron incluso mayores. La enorme responsabilidad de que dos seres queridos pongan sus esperanzas en todas tus directrices no es fácil de gestionar. En especial, por que tanto Consu como Alejandro siguieron al pie de la letra todas las instrucciones con la fé ciega de que les permitiría llegar al éxito. Es cierto que me sentía confiado en que, tras mi experiencia propia y los experimentos de 2014, este era el camino correcto a seguir. Pero también es cierto que por mucha confianza que tengas en ti mismo, la cosa cambia cuando tus decisiones afectan a la vida de otras personas. 

 

Por este motivo, y a diferencia de 2010 donde mi plaza supuso un estallido de alegría, la consecución de las plazas de Consu y Alejandro, aunque muy celebradas, supusieron más bien un tremendo alivio. Personalmente, 2016 supuso un completo vaciado para mí, mucho mayor que mis propias oposiciones. Noches enteras de visionados de vídeos, correcciones eternas, el análisis, interpretación y aplicación de una nueva ley, el diseño de una de defensa completamente nueva etc. Y es que una cosa es aprender a descifrar unas oposiciones, y otra muy distinta tratar de transmitirlo. Así, 2016 fue el año en el que hice todo lo necesario para que otras personas pudieran llegar a la cima, cueste lo que cueste. Por esta razón, nuestra canción es “whatever it takes”.

 



En ese verano de 2016 lo único que necesitaba era borrarme del mapa y desconectar. Para entonces, mi manejo del inglés ya era bastante elevado, así que decidí que sería una buena idea ponerlo en práctica. Hice las maletas y me marché solo, primero a Londres y luego a California. Además, fruto del desgaste acumulado, pensé que tras 3 años en Cádiz, la ciudad ya me había ofrecido todo lo que necesitaba, así que decidí cambiar a Málaga para un nuevo comienzo.

 

Respecto a la preparación, mi pensamiento era que simplemente no merecía la pena pasar por ese trago y que nunca más volvería a hacerlo... hasta que una persona entró como un terremoto por la puerta de mi instituto en Málaga. 

 

Marina.

 




LA PREPARACIÓN PARA UNAS OPOSICIONES DE SECUNDARIA Y FP


Mi experiencia en la preparación de oposiciones (resumen)


- Prólogo - Believer

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- El truco final de 2025 (en curso)


CONSEJOS PARA AFRONTAR UNAS OPOSICIONES DE SECUNDARIA Y FP 

- Consejo 1: busca un buen preparador

- Consejo 2: gestiona tu tiempo

- Consejo 3: adáptate al sistema

- Consejo 4: ponte dificultades

- Consejo 5: no te creas todo lo que oyes

- Consejo 6: Sé diferente 

- Consejo 7: Afila el hacha 


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